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¿España y Uzbekistán, un único Estado?

A pesar de la gran distancia geográfica que separa España y Uzbekistán, más de 7.000 kilómetros, nuestros dos países han vivido períodos de gran cercanía y contacto histórico y cultural.

Las primeras evidencias registradas históricamente de contactos entre los pueblos que vivían en los actuales territorios de España y Uzbekistán nos conducen hasta los alanos, antepasados de los osetinos que dieron y dan nombre a la actual república de Osetia del Norte Alania.

En tiempos remotos, los alanos habitaban en la costa del Mar de Aral, donde, según las crónicas chinas, establecieron su Estado Yancai (Yen-ts’ai). El famoso erudito e historiador Al-Biruni (973 – 1050) escribió que los alanos hablaban una “combinación del corasmio (la lengua de Corasmia o Jorasmia) y el pechenego”. Sin embargo, una parte de ellos continuó viviendo en sus regiones nativas, mientras que otros, por la presión de los hunos y otras etnias nómadas, se vieron forzados a emigrar a la costa del Mar Negro y del Cáucaso del norte, donde residen hasta hoy día.

En el siglo IV, una nueva oleada de ataques hunos había desplazado a los alanos lejos desde sus tierras históricas a lo largo del río Don y la costa del Mar Negro y, junto con las tribus alemanas de los visigodos, los ostrogodos y los vándalos, emigraron a Europa llegando hasta la península donde se encuentra España. Una vez allí, las tropas de los alanos y de los vándalos unieron sus fuerzas en el Norte de África, desde donde, dirigidos por Alarico I, atacaron, asediaron y saquearon Roma. A este acontecimiento se debe el nacimiento de la palabra “vándalo” y su derivado “vandalismo”, que se entiende como la destrucción de bienes materiales y culturales públicos o privados.

Al principio del siglo VIII, España y Uzbekistán llegaron a ser parte de un mismo Estado, el califato omeya, que se caracterizó una política extremadamente agresiva en la conquista de nuevos territorios. En 712, mientras Qutaiba ibn Muslim vencía ferozmente la resistencia de los ciudadanos de Sogdia, Corasmia y Ferganá (actual Uzbekistán), otro comandante árabe, Tariq ibn Ziyad, cruzaba el estrecho entre África y Europa, comenzando la conquista de la península ibérica (actual España). Desde entonces, por cierto, dicho estrecho lleva su nombre: Gibraltar (en árabe, “Jabal-Tariq”, es decir, monte o roca de Tariq). 

La evidencia histórica de aquellos contactos la encontramos acuñada en forma de monedas del siglo VIII de Al-Andalus (España), monedas que se han encontrado en diversas ocasiones en excavaciones arqueológicas de Asia Central. En su anverso puede leerse la inscripción en árabe “en el nombre de Allah este dinaro fue acuñado en Al-Andalus” y, en el anverso, la inscripción en latín “este sólido fue acuñado en España”.

España y Uzbekistán formaron parte, por tanto, de un mismo estado, y fue así hasta mediados del siglo VIII, cuando se instaura el nuevo califato árabe abasí o abasida. Un miembro de la dinastía omeya, Abderramán I, huyendo de la persecución del califa Abbás (Abbasid), quien ya había asesinado a la mayor parte de los omeyas que podían reclamar su trono, logró refugiarse en Al-Andalus, donde se proclamó emir en Archidona, conquistó Sevilla y Córdoba, llegando a ser el primer emir de Córdoba, e independizó Al-Andalus del califato abasida. Con dicha independencia, España y Uzbekistán pasaban a formar parte de dos estados separados nuevamente.

Aquella convivencia de los actuales Uzbekistán y España dentro de un mismo estado y, sobre todo, bajo un elemento religioso dominante, el Islam, encontró su reflejo en las manifestaciones culturales de la época. Estructuras y edificaciones musulmanas similares, tales como mezquitas, minaretes y mausoleos, con características específicas locales según sus propias tradiciones arquitectónicas, y con un arte ornamental muy parecido, de carácter vegetal y geométrico, como explicaremos en próximas entregas…

 

Material elaborado por Adilbek Khalillaev (hispanista y decano de la Facultad de Filología Germano-Románica de la Universidad Estatal de Lenguas del Mundo de Uzbekistán) y Andrés Santana Arribas (responsable del Centro Universitario Internacional para Europa del Este y Asia Central de la Universidad de Cádiz)